Todas las personas competimos de alguna manera todos los días. Incluso aunque pensemos que no lo hacemos, solo el hecho de intentar adelantar a alguien en una fila o hablar primero, existe competencia.
Pero hay competencias superfluas y algunas que son mucho más importantes. Que incluso pueden afectar nuestras relaciones personales, laborales o nuestra vida en general. Y no siempre vamos a poder ganar.
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¿Cómo afrontas el perder?
Es muy difícil ganar siempre. Incluso muchas de las rachas ganadoras más legendarias terminaron por romperse en algún momento. Donde no lograron seguir con ese ritmo, porque alguien terminó por ganarle.
Y entonces hay que aceptar que se perdió. Pero no todas las personas lo saben afrontar de la misma manera. Hay que entender que no ganar es parte de la vida, por lo que no puedes evitar ciertas derrotar.
He aquí cuando pueden aparecer dos actitudes distintas: la del mal perdedor y la del buen perdedor.
¿Qué es un buen perdedor?
Cuando se pierde, todavía hay mucho que aprovechar. Hay lecciones que se pueden aprender, los cuales te harán mucho más sabio y preparado. Te permitirán estar listo para poder afrontar nuevos retos a futuro.
Y es que muchas ocasiones cuando no se logra ganar, hemos vivido una experiencia. La cual, puede ser una lección que no aprenderás en ningún otro lado. Solo lo logras por tener dicha experiencia de vida.
Al tener esa actitud, te permite asumir que no ganaste. Y no tener coraje contra la persona o situación que te derrotó. Incluso poder llegar a tener la actitud de extender la mano, para felicitarla.
Ya que puede incluso obtener un aliado para el futuro, del que puede aprender o volver a competir para mejorar.
¿Y qué hace un mal perdedor?
Esta persona que quiere ganar a toda costa y se frustra al no lograrlo. Y en lugar de encontrar la lección que puede aprender, termina por frustrarse y maldecir. Pensar incluso que hubo algún tipo de injusticia en su contra.
De esta manera, puede encontrar pretextos para justificar que haya perdido. A tal grado de empezar a decir que en realidad no perdió, sino que fue alguna fuerza externa la que causó su derrotar.
Esta persona no dará la mano a quien lo derrotó, sino que terminará por hacerlo su enemigo. No aceptará lo bueno que pueda llegar a tener, sino que incluso puede intentar desacreditarlo de alguna manera.
Esta persona siempre estará frustrada por no haberlo logrado, sin asumir su parte.
La gran diferencia entre los tipos de perdedores.
Ser un buen perdedor te permite crecer. Es normal enojarse, pues todos queremos ganar. Pero también tener la actitud de poder encontrar la lección que aprender en todo ello.
Si al perder te deja una lección, no has perdido del todo. De hecho todavía puedes verlo como que ganaste experiencia de vida. Algo que los malos perdedores jamás tendrán.
Un mal perdedor jamás terminará por crecer, ya que siempre se verá como víctima. No podrá hacerse más sabio ni más hábil, ya que no estará dispuesto a aprender de lo sucedido.
Entiendo que perder te enoje. Pero aprende a ser un buen perdedor. La diferencia a largo plazo será enorme, porque todas esas personas triunfadores y hábiles, en algún momento perdieron y aprendieron.